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Muchos de los 2,000 búnkeres construidos durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría en Alemania han sido renovados con distintos fines, desde viviendas hasta museos o rocódromos, en una tendencia al alza en el país, con cada vez más adeptos.

Los muros grises de hormigón de dos metros de espesor lucen con orgullo sus cicatrices de la Segunda Guerra Mundial en la fachada de un búnker antiaéreo ubicado en el centro de Berlín, desde hace ocho años galería de arte y vivienda del millonario alemán Christian Boros.

Las nuevas técnicas de construcción permiten trabajar con facilidad este tipo de estructuras macizas, lo que provoca que aumente su demanda, explica a Efe el portavoz del Instituto Federal de Inmuebles (BIMA), Lars Drewes.

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La construcción que adquirió Boros en 2008 fue diseñada en 1941 por el arquitecto predilecto de Adolf Hitler, Albert Speer, pero el coleccionista de arte restauró la estructura interna para exponer algunas de las obras de su propiedad y le añadió un moderno ático con amplios ventanales y tupidos arbustos, espacio que adoptó como su vivienda.

Según datos del Ministerio del Interior alemán, en el país hay alrededor de 2,000 búnkeres construidos durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, muchos de los cuales salieron al mercado en 2007 por ser considerados anacrónicos.

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El precio medio se sitúa en los 375,000 euros, aunque se pueden encontrar pequeños búnkeres por 20,000 euros e inmensas instalaciones por cuatro millones.

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El mes pasado, el historiador de arte experto en Asia Désiré Feuerle también abrió su galería en uno de estos edificios en Berlín, donde muestra su colección privada de arte antiguo del sudeste asiático y piezas de mobiliario imperial chino, junto a trabajos de artistas contemporáneos como Cristina Iglesias, Anish Kapoor y Zeng Fenzhi.

Como explicó en conversaciones con EFE con motivo de la apertura de las instalaciones, "no fue fácil" reconvertir un antiguo búnker de telecomunicaciones en un museo, aunque la estructura, superados los problemas de control de temperatura, tiene ahora "el ambiente perfecto" para la muestra.

Un pedazo de historia

Otro de los refugios abiertos al público es el museo Berlin Story Bunker, una edificación de cinco pisos en cuya entrada se puede ver una puerta exterior de una tonelada y media que reposa sobre una pared de más de dos metros de espesor.

Restaurada la estructura original de 1942, que alcanzó a alojar a 12,000 personas durante los bombardeos de la ciudad en 1945, el búnker exhibe desde la semana pasada una exposición con una réplica del estudio en el que Adolf Hitler se suicidó y una maqueta que muestra el diseño original del verdadero búnker del dictador nazi.

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El refugio de Hitler fue construido en los jardines de la Nueva Cancillería del Reich, ubicado muy cerca de la emblemática Puerta de Brandenburgo, pero hoy es difícil saber dónde se encontraba exactamente su entrada, ya que solo queda una señalización en un complejo de edificios indicando el sitio aproximado.

Junto a estas instalaciones 'museos', otros búnkeres han encontrado un destino más apocalíptico, como el Vivos Europa One en Rothenstein (este de Alemania), que se presenta como el refugio de lujo más seguro del mundo con capacidad para albergar a 34 familias en el caso de que ocurra un cataclismo mundial.

Su renovación, que costó unos 1,000 millones de dólares, se hizo con el fin de "brindar a los europeos un refugio infalible para estar un paso adelante de una catástrofe mundial", explica a EFE la directora de medios de la compañía estadounidense The Vivos Group, Barbi Grossman.

El búnker, que ya tiene varias unidades vendidas y está listo para ser habitado, tiene una superficie total de cinco kilómetros cuadrados, y está equipado con todo tipo de servicios -desde un pequeño hospital hasta una escuela o una piscina- para que los inquilinos puedan pasar varios años bajo tierra y superar un fin del mundo de lujo.

 

 

 

 

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